En Mérida, en marzo de 1998, Elba Esther Gordillo,
operando desde una suite del Presidente Intercontinental, recuperó por
completo el poder en el SNTE que por tres años le había prestado al
coahuilense Humberto Dávila Esquivel.
En aquél tenso Congreso
Nacional del Sindicato de Maestros quedó sepultada la idea que promovía
Dávila Esquivel de desaparecer los "liderazgos vitalicios". En el olvido
quedó también el principal resolutivo de esa asamblea: exigir que la
educación fuera considerada una política de estado.
Diez años
después, ya investida formalmente como presidenta vitalicia del SNTE,
Elba Esther Gordillo firmó con el gobierno federal lo que se llamó
Alianza por la Calidad de la Educación.
Presentada como una
revolución, la referida alianza planteaba un ambicioso plan que abarcaba
desde la obligatoriedad de someter a concurso todas las plazas en el
sistema educativo, incluidas las de inspectores y directivos, hasta
aspectos de infraestructura con metas de corto plazo, pasando desde
luego por lo académico proponiendo un modelo educativo que equilibrara
el desarrollo de conocimientos y el de habilidades.
Alianza,
revolución, reforma, se le ha llamado de diversas formas y se supone que
el proyecto se está aplicando, pero no hay un informe puntual de los
avances, si es que los hay, ni una medición de los efectos, si es que
los ha tenido.
Lo que sí se tienen cada año son los resultados de la
prueba Enlace, y otras mediciones de diversas organizaciones que una
tras otra coinciden en el grave problema que tenemos en materia
educativa.
Escolaridad promedio de ocho años, 33 millones de
mexicanos mayores de 15 años en rezago educativo, baja cobertura en
educación media y superior, menor al promedio en América Latina, son
algunos de los indicadores de que estamos mal.
Y justo en base a esos
indicadores, en esta semana el rector de la UNAM, José Narro Robles,
demandó construir una verdadera política de estado en materia educativa.
El de Narro Robles es el mismo planteamiento que hiciera el SNTE hace 13 años.
A
nivel nacional hay todo un despliegue informativo para señalar el pobre
desempeño que se tiene en materia educativa en México, según diferentes
mediciones.
Es tanta la insistencia, y tan en sintonía lo que los
periódicos y las cadenas nacionales están señalando, que se alcanza
advertir más un interés político, inscrito en la contienda interna del
PAN donde una ex secretaria de educación busca la candidatura
presidencial, que un propósito auténtico de impulsar un cambio.
Habría
que rechazar ese tipo de manejos, y pugnar como sociedad en que se
ponga la atención debida al tema educativo. Además del diagnóstico se
tienen estrategias importantes que implicarían una mejoría, lo que
falta, una vez más, es compromiso y voluntad para aplicarlas.
Así,
queda claro que del pozo no saldremos mientras se siga viendo a la
educación, antes que como el único camino para generar desarrollo, como
una moneda de cambio en la política y las disputas por el poder.
Muy buena publicación amigo..
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