“En el porno tradicional
la mujer es un mero receptáculo. Si pensamos que la pornografía es el
único referente en educación sexual para mucha gente, creo que la mujer
debe dejar de ser un objeto para convertirse en un sujeto”, insiste
Palerm, integrante del colectivo Ensamble Húmedo, organizador del
evento.
Gracias a una intención
narrativa y a una preocupación estética ausente en el porno tradicional,
las películas proyectadas buscaron representar sensibilidades distintas
y promover otras formas de sexualidad, ante un público de más de mil
personas de ambos sexos que participaron en las proyecciones de nueve
películas y en las cinco mesas organizadas alrededor de temas como la
libertad de expresión, la violencia y la educación sexual, entre otros.
Palerm advierte que en
una sociedad como la mexicana en la que hay tanta violencia contra las
mujeres, le pareció oportuno “que se propiciara una reflexión de lo que
está ocurriendo en nuestra sociedad, desde todos los puntos de vista,
incluyendo la pornografía”.
Por su parte, Jennyfer Lyon Bell,
directora estadounidense de “Matinée” y “Headshot”, añade que “la
pornografía puede ser una fuente de liberación para las mujeres,
incitándolas a conocer su cuerpo y a experimentar”.
Lyon Bell, quien fundó la productora
independiente Blue Artichoke Films, considera que existe un público para
este tipo de películas. “Empecé a hacer cine porno femenino con una
meta política porque, como muchas mujeres, no me sentía reflejada en el
porno tradicional, pero me di cuenta que mucha gente, tanto mujeres como
hombres, buscan este tipo de películas”.
Aunque en México el género es muy
desconocido, el movimiento ya está reconocido en países como Estados
Unidos, Suecia y Alemania. Empezó en los ochenta, con directoras como
Candida Royalle y creció mucho, hasta tener su propio festival en
Canadá. Lyon Bell considera que este tipo de festivales “son una
maravillosa oportunidad de ayudar a las personas a experimentar la
pornografía de una manera diferente y estoy muy orgullosa de participar
en esta muestra”.
Algunas de las directoras invitadas no
definen su trabajo como pornográfico, porque la palabra remite a algo
negativo, sino como erótico con sexo explícito. Las fronteras entre
géneros tienden a borrarse, pero todas se inscriben en la
pospornografía, que es una reflexión crítica del discurso pornográfico, y
busca deliberadamente romper las reglas del porno tradicional para
servir de medio a la articulación de otras sexualidades posibles.
De acuerdo con Marianna Palerm, este
movimiento reivindica el derecho a la libre elección sexual y a la
libertad de expresión y, como dicen las playeras de los voluntarios del
colectivo, utiliza el “porno como declaración política”.
En sedes tan distintas como el Centro
Cultural Universitario de Tlatelolco, el Laboratorio de Arte Alameda, la
sala Julio Bracho de la Ciudad Universitaria y el bar El Vicio, y con
la presencia de directoras como Candida Royalle, Jennifer Lyon Bell,
Marit Östberg, Tristan Taormino o Liandra Dahl, y la participación de
varios académicos en las mesas de reflexión, el público se acercó a una
visión muy poco conocida: la de las propias mujeres sobre el sexo y la
pornografía.
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