EL PAPEL DEL DOCENTE EN EL AULA
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Empezar a hablar de los docentes es complejo,
pues, existen de todo tipo, desde los que se entregan en cuerpo, corazón y alma,
hasta los que tiene un poder diabólico de denominación, de constitución que
se ejercer sobre la identidad misma del estudiante, sobre su imagen de sí, y
pueden infligir en un traumatismo terrible.
Pero, quien es el profesor: es un ser dotado de
autoridad pedagógica y, por lo tanto, de capacidad de reproducir los
principios de orden cultural dominante y dominado, es también, toda instancia
educativa que realiza un trabajo pedagógico. Este debe entenderse como el trabajo propio
de inculcación progresiva de los elementos y prácticas de la herencia
cultural, capaz de producir una formación larga y duradera a través de la
escuela.
El profesor inculca de manera intensa
comportamientos, actividades y saberes en condiciones lógicas expresadas en
sus prácticas pedagógicas, sin apelar explícitamente a normas, reglas o
códigos. Es por ello, que el docente es precisamente un producto del trabajo
pedagógico socialmente determinado de toda actividad educativa, difusa e
institucional, que tiene por objeto hacer interiorizar modelos,
significaciones y en general, las condiciones sociales existente para formar
lo que se llama personalidad.
La inculcación que se realiza toda acción
pedagógica es generadora, no sólo de información sino de personalidades
sociales.
Ya hemos hablado de la realidad en la escuela a
través de su función social
y cuyo ejecutor es el profesor, evidentemente son claros sus resultados. Pero
quizás, el único que puede hacer algo para remediar la situación es él. La
pregunta es ¿Cómo?
La respuesta es simple educando estudiantes con
una sólida formación de ciudadanía crítica que lucha para recuperar la vida
pública democrática.
No es sólo hablar de valor cívico del
modo indicativo, supone también, sostener que cualquiera que sea educado
críticamente se dará siempre cuenta de que todo acto de lucha por la
democracia supone un riesgo. No podemos pensar simplemente en quedarnos a
salvo, tranquilos, seguros y cómodos. La educación crítica requiere que
profesores en conjunto con sus estudiantes, estén siempre en la brecha, y que
caigan en la cuenta de que, en cierto sentido fundamental, se producen
consecuencias que exigen pagar un precio muy
alto. Después de todo, la lucha por la justicia y los principios democráticos
siempre implica arriesgarse.
Pero que lo primero que se tiene que hacer es:
reconstruir el concepto de profesor como trabajador cultural, es decir,
persona que trabaja en los distintos lugares en los que confluyen el
conocimiento, el poder y la autoridad. Tal reconocimiento ayuda a reformular
el carácter y el objetivo de
la práctica pedagógica. En este sentido, la pedagogía se convierte en una
actividad cívica que surge de la necesidad de ampliar las condiciones de la
actuación democrática humana y para extender las formas sociales que amplían
las capacidades humanas críticas para eliminar la violencia material y
simbólica de la sociedad, en vez de cerrarlas.
Por eso, es de suma importancia que el profesor
romper la división entre pensamiento y acción que caracteriza la forma tan
rígida la organización de escuelas y el currículos. Esta división de trabajo
ha formado parte durante mucho tiempo de una tradición instrumentalista que
define el trabajo docente, y que sostiene que los profesores no deben ejercer
presiones utilizando su capacidad para pensar, limitándose a realizar o
ejecutar las labores predeterminadas por el estado u
otras instancias. Es la pedagogía del servilismo, que subordina la capacidad
de los profesores al imperativo estricto de realizar los sueños y
perspectivas de otros.
Es la pedagogía del servilismo, que subordina la
capacidad de los profesores al imperativo estricto de realizar los sueños y
perspectivas de otros.
En segundo lugar, no podemos hablar de que los
profesores lleguen a controlar de algún modo la producción del conocimiento
salvo que nos ocupemos también de las condiciones históricas y estructurales
en las que han trabajado y luchado. Aunque este factor no siempre es
alcanzable debido a la carga de trabajo o en algunos casos no es posible
transformar ciertas condiciones de trabajo.
En tercer lugar, es muy importante, que no
podemos situar simplemente a los profesores en un solo espacio, o sea, en el
aula. Porque los profesores son también trabajadores culturales que necesitan
estar en contacto con otros educadores de muchos lugares para ampliar el
sentido y los lugares en los que se pone en práctica la pedagogía.
Esto les brinda la oportunidad de establecer
vínculos, ver las conexiones entre su trabajo y el de otros trabajadores de
la cultura, y desarrollar movimientos sociales que puedan oponerse a los métodos de
aprendizaje opresivo y dominante.
En el mundo postmoderno, es esencial que los
educadores adopten una postura que permita vincular los compromisos sociales
con la acción pública, de manera que sirvan de ejemplo a sus alumnos respecto
a lo que significa ser un “intelectual público". El
intelectual público aborda el mundo de manera que pueda ocuparse con la mayor
seriedad de sus problemas más acuciantes.
De este
modo, la cuestión del aprendizaje se vincula a formas de activismo que
realzan las posibilidades de vida democrática.
Más específicamente, esto significa dar a los
profesores, estudiantes y comunidades el control de
las condiciones para la producción del conocimiento, utilizar los recursos culturales
que los estudiantes aportan a la escuela sin dejarlos como meros objetos de
consideración romántica, unir las formas de representación y los contenidos
de la enseñanza con el desarrollo de los conocimientos que han hecho posible
la revolución electrónica del
mundo postmoderno; significa también hacer que las escuelas resulten seguras
para los estudiantes, de modo que puedan permitirse correr riesgos, hablar,
participar abordar y poner en duda la forma de construir el conocimiento y
con qué propósitos, y situarse así ellos mismos más como agentes que como
objetos de conocimiento y poder.
Por lo general, el discurso de los profesores no
tiene nada que ver con la vida pública. El lenguaje que suelen aprender es el
de las metodologías, la dirección
científica, el profesionalismo. Es por ello apremiante, que ofrezca muchas
más cosas, como, por ejemplo, distintos lenguajes políticos. Tienen que ser
capaces de reconocerse a sí mismos en un lenguaje desmitificador, de manera
que puedan descubrir que toda tarea educativa es también una tarea política.
En segundo lugar, los profesores tiene que verse como agentes de una especie
de futuro distinto, más orientado a crear que a destruir las posibilidades de
justicia social.
En tercer lugar, creo que necesitan reconocer que
no se puede ser un intelectual público fuera de la política de
representación. La conducta,
experiencia y práctica del docente carecen de relieve y
no pueden comprenderse aparte de la representación.
Sólo a través de los lenguajes que utilizamos
para representarnos e imaginarnos a nosotros mismos y las actividades que
realizamos podemos llegar a comprender cómo somos, responsabilizarnos de
nuestros actos y entrar en diálogo con
los otros. Toda la pedagogía participa en las negociaciones y traducciones
que se llevan a cabo en medio de diferentes luchas sociales, políticas y
culturales.
En estos procesos es fundamental el problema de
la elaboración de un lenguaje crítico que reconozca su propia parcialidad,
sus condiciones de existencia, historicidad y referentes éticos
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viernes, 8 de marzo de 2013
MAESTRO DESARROLLAS BIEN TU PAPEL EN EL AULA? LEE PARA QUE NO TE EQUIVOQUES Y NO ABURRAS A TUS ALUMNOS
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