El maestro como facilitador de procesos de aprendizaje
La concepción del
maestro como facilitador del aprendizaje es mal entendida y se le relaciona con
un profesor poco exigente o con escasa disciplina o bien se le percibe como
aquel que sólo proporciona el programa, las actividades y las tareas, para que
sea el alumno quien realice lo estipulado en las asignaturas; la concepción
correcta se asume en el sentido de que tal facilitación implique la idea de un
guía o conductor del aprendizaje, para lo cual se requieren determinadas
estrategias específicas de intervención didáctica.
Por otra parte, se debe tener
en cuenta que el objetivo de facilitar el aprendizaje no es un fin en sí mismo,
sino que está en función de desarrollar dicha intervención para que el alumno
logre cada vez mayor autonomía; es decir, que el alumno aprenda con el maestro,
sin el maestro y a pesar del maestro.
La
autonomía debe ser vista como requisito indispensable de acceso a la era de la
información y el conocimiento; conocimiento extraordinariamente cambiante y que
por lógica no puede ser abarcado disciplinariamente como lo concibe
tradicionalmente la escuela.
La
autonomía en el aprender es punto de llegada, más que punto de partida y por
ello resultan de gran utilidad las ideas referidas al establecimiento de
niveles de competencia que vayan haciendo cada vez más accesible y compleja la
tarea.
Dichos
niveles de competencia deben ser acompañados de las condiciones de desempeño
requeridas para que los alumnos vayan accediendo a niveles superiores de
desarrollo intelectual, independientes e interdependientes; sobre todo estos
últimos dados en una labor sinérgica y cooperativa.
Para
facilitar la autonomía, son necesarias estrategias que determinen una nueva
forma de adquirir la cultura académica, es decir, ya no se trata de un maestro
monopolizador de una información que transmite a sus alumnos, sino de propiciar
que ellos tengan acceso a esa información de manera planificada.
Se
trata de transitar junto a los alumnos por estrategias importantes en el
aprender: contacto de los alumnos con la tradición escrita, para que ellos
mismos arriben a una nueva epistemología (forma de construir su saber) de la
ciencia objeto de estudio.
El
establecer los debates a partir de ese contacto con la tradición escrita, ya
que sabemos que en nuestro país no existe la cultura del debate, sólo la del
monólogo del profesor.
La generación de nuevos
conocimientos a través de propiciar procesos investigativos derivados de
aquellos puntos que así lo hayan requerido como consecuencia de la lectura, la
escritura, el debate, etc.
Propiciar
la escritura pública (al interior y al exterior de las instituciones), que es
aquella que se realiza para ser objeto de análisis público, ya sea para que
sirva de material en nuevos casos o para ser seleccionado como producto o nivel
de salida de las discusiones establecidas.
Esta
nueva forma de proceder requiere de adentrarnos en los elementos importantes
que facilitan el aprender a aprender. Pero no sólo como discurso pedagógico,
sino como estrategia que nace de la lecto-escritura, el análisis
lógico–matemático, el estudio sistemático de la ciencia, la comunicación (oral
y escrita), etc.
El
maestro facilitador–conductor de los procesos de aprendizaje, parte de la idea
del profesor como guía y de la premisa de que éste debe conocer, saber,
utilizar, evaluar, perfeccionar, recrear o crear estrategias de intervención
didáctica efectivas (aspectos todos que requieren de una profunda y reflexiva
formación).
Sobre
la relación descrita se ha teorizado en múltiples ocasiones; pero es necesario
operativizar dichas conceptualizaciones y llevarlas al plano de lo concreto,
para favorecer la actuación de los profesores, que es palabra clave en lo
referente a competencias de los mismos, sobre todo en lo pedagógico y por ende
en lo didáctico, que es finalmente su forma de actuación en el aula.
Una
estrategia didáctica puede ser definida como el proceso de toma de decisiones
conscientes e intencionales a través de las cuales el maestro elige y recupera
los conocimientos que necesita para concretar los principales métodos,
técnicas, procedimientos, materiales y recursos requeridos para dar tratamiento
a un contenido educativo en función de cumplir con los objetivos concretos,
sobre todo en interdependencia con las características de la situación
formativa en la que se produce la acción.
A
partir del conocimiento de lo que es una estrategia, se impone el saber
seleccionar qué corresponde con la fase de planeación, pero no la planeación
tradicional, en la cual pensamos más en términos de la estructura objeto de la
misma planeación que en el sujeto que va a interactuar con esa estructura (en
este caso, el alumno).
Más
nos referimos a una planeación de corte estratégico y de ser posible, una
planeación prospectiva que nos permita anticiparnos a los resultados y a los
logros, así como a los escenarios posibles y deseables a los que nos
enfrentaremos.
Como
puede observarse, ser un verdadero facilitador de procesos en los que los
alumnos aprenden, independientemente del nivel educativo de que se trate, no es
cualquier cosa; sobre todo cuando pensamos en aquellos malos profesores que no
sólo no facilitan la apropiación de los aprendizajes, sino que estorban y
dificultan más una acción ya de por sí complicada para muchos alumnos
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