Tal vez alguien 
piense que hubiese sido deseable que, antes de empezar a hablar del lenguaje 
escrito, hubiéramos presentado una descripción anatómica y fisiológica del 
sistema visual y manual de los seres humanos, de la misma manera en que para el 
habla se presentó el sistema articulatorio/auditivo en la Parte IV. Pero esto no 
se suele hacer con los tratamientos lingüísticos sobre lectura y escritura, 
porque en el estado actual de nuestros conocimientos, es muy poco lo que se 
puede decir. El estudio de lo que ocurre cuando percibimos el lenguaje 
visualmente y lo procesamos es muy reciente, y mientras que se sabe algo de las 
operaciones de procesamiento que probablemente se producen, las correlaciones 
neuroanatómicas de dichos procesos permanecen oscuras. Además, en principio tal 
vez sea poco lo que se puede decir, dado que las estructuras del ojo y de la 
mano no parecen estar biológicamente adaptadas para el lenguaje escrito de la 
misma manera que los órganos vocales lo están para el habla (aunque esto no es 
demasiado sorprendente, dado el desarrollo relativamente reciente de la 
escritura) En consecuencia, la mayor parte de las investigaciones las llevan a 
cabo psicólogos que se preocupan menos por la estructura y el funcionamiento del 
ojo, y más por encontrar modelos de la manera «profunda» en que trabaja el 
cerebro cuando procesa el lenguaje escrito.
  
Movimientos del 
ojo 
Pero hay un 
asunto fisiológico que ha llamado considerablemente la atención: la naturaleza 
de los movimientos del ojo. Se pueden emplear varias técnicas para registrar 
dichos movimientos, como la de pegar un espejo a una lentilla situada sobre la 
córnea: luego se puede filmar un rayo de luz reflejado por el espejo. Utilizando 
estos métodos, los investigadores han demostrado que los ojos trabajan juntos, y 
que cuando buscan un objeto se mueven con una serie de rápidos movimientos 
bruscos, denominados saccades (del francés, «el flamear de una vela»). Entre dos 
movimientos hay un periodo de relativa estabilidad, conocido como fijación. 
Durante la lectura, los ojos no siguen las líneas impresas de una forma uniforme 
y lineal, sino que proceden a base de saltos y fijaciones. Normalmente hacemos 3 
o 4 fijaciones al segundo, aunque el ritmo y la duración pueden verse afectados 
por el contenido de lo que se lee, y hay algunas variaciones según las 
lenguas.Lo que ocurre durante la fijación tiene especial importancia cuando se estudia el proceso de la lectura. Las células nerviosas que convierten la luz en impulsos nerviosos se encuentran en la retina, en el fondo del ojo. La región central de la retina, donde se concentran apretadamente las células receptoras, recibe el nombre de fóvea. Ocupa unos 2º de ángulo de visión, y es la zona que ofrece una visión más detallada, como la que se necesita para identificar formas gráficas. Cuanto más lejos está un estímulo de la fóvea, menor es nuestra capacidad de discriminación. El área parafoveal rodea la fóvea, y está rodeado a su vez por la periferia. Estas zonas no participan tanto en la acción de leer, pero tienen cierta importancia en la detección de patrones visuales mayores en un texto.
 
 
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