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lunes, 4 de marzo de 2013

Para Mejor la Educacion


En México, la diferencia más importante entre quienes viven bien y quienes viven mal es, me parece, la educación —quiero decir, la capacidad adquirida que tienen unos, y no otros, de poder aspirar a la vida que quieren tener. Pero la educación, a pesar de su importancia, enorme, y su calidad, mediocre, no ha sido percibida como un problema por el grueso de la sociedad. La mayoría de los mexicanos está satisfecha con su educación, a pesar de los resultados que arroja en las pruebas internacionales PISA. Por eso es tan importante que el gobierno, hoy, así la vea: como un problema que hay que resolver. ¿Qué hacer? Pienso en tres cosas muy obvias, la última de las cuales atañe al sindicato de maestros.
Para mejorar la educación, México debe cambiar el énfasis de los insumos hacia los resultados. La obsesión por las cifras —el número de escuelas construidas año con año, el número de maestros por habitante, el número de libros que son distribuidos de manera gratuita— oculta el hecho de que los insumos no son un fin en sí mismos, sino un medio para educar mejor. Los estudios de la OCDE y la Unesco demuestran que los resultados más altos son obtenidos por los países con los mejores métodos de enseñanza (Hungría, Corea del Sur), no necesariamente por los países que suelen invertir más recursos en sus estudiantes (Alemania, Estados Unidos). No es lineal y simple la relación entre recursos y resultados. A pesar de que la inversión por estudiante es aún baja para la dimensión de los problemas, México es uno de los países que dedica el porcentaje más alto de su PIB a la educación entre todos los miembros de la OCDE. Y la educación es un desastre.
Para mejorar la educación, México debe favorecer el desarrollo de la capacidad crítica y analítica sobre la facultad de memorización. En nuestro país, las clases consisten en tomar apuntes de lo que dice el maestro, bueno o malo, para luego recitarlos a la hora del examen. Los estudiantes toman notas, dócilmente, pero tienen luego dificultades para comprender el significado de lo que dicen. Todo lo contrario de lo que sucede en las mejores universidades. En Oxford y Cambridge, por ejemplo, los estudiantes producen un ensayo basado en sus lecturas en la biblioteca, con el que confrontan todas las semanas al maestro. Y en Harvard, a partir de sus lecturas, deben enfrentar —no es fácil— al resto de sus compañeros de la clase. La capacidad crítica y analítica es en ambos casos propiciada por la confrontación de las ideas.
Para mejorar la educación, México debe evaluar y difundir de manera sistemática y transparente el desempeño académico de los estudiantes, así como crear también un sistema de incentivos y rendición de cuentas para los maestros. Nuestro país no tiene un régimen de evaluación objetiva y general que le permita medir con rigor la calidad de la educación que reciben los estudiantes, ni un sistema de incentivos que, a partir de esta evaluación, lleve a los maestros a elevar su propio nivel, que premie a los que obtengan buenos resultados y permita identificar a los que, por el contrario, requieran ayuda para mejorar su desempeño. Parece obvio, pero no lo es: el mérito académico y la capacidad profesional deben ser los criterios para tener una plaza de maestro en México.
Este planteamiento es resistido desde hace años por el SNTE. Mohamed Toledo, vocero de la sección 22 del Comité Ejecutivo Democrático del Sindicato, ha manifestado su rechazo a la reforma propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto. No quiere que los maestros sean evaluados por su desempeño, como desea la reforma. “Tampoco vamos a permitir que ponga fin a las plazas hereditarias”, añade, “que han sido un logro de este movimiento y que ha costado sangre y muerte al magisterio democrático” (MILENIO, 11-12-2012). Pero los maestros deben ser sometidos a una evaluación regular y pública de su desempeño, y sus ingresos deben ser el resultado de esa evaluación. También las escuelas deben ser sometidas a una evaluación, que deberá determinar la magnitud del presupuesto que reciben. Y para ello es necesario impulsar una reforma educativa como la que ha sido propuesta, con un servicio profesional docente en el que los maestros sean remunerados de acuerdo con su desempeño; un Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación que sea autónomo, para calificar imparcialmente a los maestros; un sistema de operación y gestión educativa que tenga, como primera tarea, levantar un registro del número de escuelas, profesores y estudiantes en México. La reforma también incluye destinar mayores recursos a la educación, más escuelas con más horas de clase por día, y hacer un uso más eficiente de los ya existentes. Es en sí misma importantísima, pero lo es también como señal de que hay hoy en el país la voluntad de hacer lo que se necesita.

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